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Algoncas | abril 25, 2024

El Mago de Oz - Cuento - Version reducida para niños

Dora es una niña que vive con su tío Enrique, su tía Emilia, y su perro Toto. Un perrito negro de largo pelaje sedoso y negros ojitos alegres.

De pronto su tío se levantó y grito:
- Viene un Zonda.
- ¡Aprisa, Dora! -le grito su tía-. ¡Corre a refugiarte!
Pero Dora desobedeció y en vez de ir a la casa fue a buscar a su perrito TOTO. 
Cuando volvía para resguardarse el fuerte viento la hizo caer.

Dora en el mundo de OZ

Después de un rato, despertó en un mundo de colores, y viendo aquel hermoso paisaje, notó que avanzaba hacia ella un grupo de las personas más raras que viera en su vida.

-Noble hechicera, bienvenida seas a la tierra de los duendes. Te estamos profundamente agradecidos por haber acabado con la Maligna Bruja del Oriente y liberado así a nuestro pueblo de sus cadenas.

Dora la escuchó con gran extrañeza.

-Es usted muy amable, pero debe tratarse de un error. Yo no he acabado a nadie.
-Bueno, al menos lo hizo tu casa -rió la viejecita-. Fíjate -continuó indicando una esquina de la vivienda-, allí se ven sus pies que sobresalen por debajo de una de las tablas.

Sin embargo, Dora solo contestó:

— Pero yo solo quiero volver al lado de mis tíos. ¿Pueden ayudarme a encontrar el camino?
-Debes ir a la Ciudad Esmeralda, donde el Mago de Oz quizás pueda ayudarte.
-¿Y cómo llegaré hasta allí?
—Tendrás que caminar por el camino a la Ciudad Esmeralda pavimentado con ladrillos amarillos. Usaré mis artes mágicas para protegerte de todo daño, así que no podrás perderte.

Comienza su travesía

Dora se despidió de sus nuevos amigos y partió por el camino de ladrillos amarillos.
En un gran sembrado de maíz vio a un espantapájaros.
Mientras Dora miraba con gran interés la extraña cara pintada del espantapájaros, se sorprendió al ver que uno de los ojos le hacía un lento guiño.

- !Ohh, perdon¡ Me llamo Dorothy y voy a la Ciudad Esmeralda para pedir al Gran Oz que me mande de regreso a mi casa.
-¿Dónde está la Ciudad Esmeralda? -inquirió él-. ¿Y quién es Oz?
-¿Cómo? ¿No lo sabes?
-De veras que no. No sé nada. Como ves, estoy relleno de paja, de modo que no tengo sesos -manifestó él en tono apenado.
-¡Oh! Lo siento por ti.
-Je parece que si voy contigo a la Ciudad Esmeralda, ese Oz me dará un cerebro? -preguntó él.
-No lo sé, pero puedes venir conmigo si quieres. Si Oz no te da un cerebro, no estarás peor de lo que estás ahora.
-Eso es verdad -asintió el muñeco.
Ambos marcharon hacia el camino, Dora le ayudó a saltar la cerca y juntos echaron a andar por la carretera amarilla en dirección a la Ciudad Esmeralda.
Al rato escucharon un profundo gemido.

-¿Qué fue eso? -preguntó en voz baja Dora y mirando alrededor descubrió entonces algo que brillaba a los rayos del sol. Corrió en seguida hacia el lugar y se detuvo de pronto, al ver con un hacha en sus manos levantadas, estaba un hombre hecho de hojalata.

Quien les pregunto: ¿ a donde van?
-Vamos de camino hacia la Ciudad Esmeralda para ver al Gran Oz
-¿Para qué quieren ver a Oz?
-Yo deseo que me envíe de regreso a mi casa, y el Espantapájaros va a pedirle que le dé un cerebro.
El Leñador pareció meditar un momento. Luego dijo: -¿Te parece que Oz podría darme un corazón?
-Supongo que sí -contestó Dora-. Sería tan fácil como darle un cerebro al Espantapájaros.
-Es cierto -concordó el Leñador de Hojalata-. Entonces, si me permiten unirme a ustedes, yo también iré a la Ciudad Esmeralda para pedir a Oz que me ayude.
Así, pues, el Leñador se echó al hombro su hacha y los tres marcharon por el bosque hasta llegar al camino pavimentado con ladrillos amarillos.
Cuando así hablaba se oyó un terrible rugido, y un momento después saltó al camino un león enorme. Dora, temerosa por la vida de Toto, y sin prestar atención al peligro, avanzó corriendo y golpeó con fuerza la nariz de la fiera al tiempo que exclamaba:

-¡No te atrevas a morder a Toto! ¡Deberías avergonzarte!
¡Tan grande y queriendo abusarte de un perro tan chiquito!
-No lo mordí -protestó el León, mientras se acariciaba la nariz dolorida.
-No, pero lo intentaste -repuso ella-. No eres otra cosa que un cobarde.
-Ya lo sé -contestó el León, muy avergonzado-.

Luego de los saludos, presentaciones y explicaciones el cobarde Leon les dijo:

Entonces si no tienen inconveniente, iré con ustedes -expresó el León-, pues ya no puedo seguir soportando la vida sin valor a lo mejor el Mago de Oz me da valor.

Llegan a Ciudad Esmeralda

A sus espaldas quedo el oscuro bosque que acababan de cruzar sin mayores males.
Frente a ellos, donde finalizaba el camino amarillo, veíase una gran puerta doble tachonada de esmeraldas que relucían tanto al sol que hasta los ojos pintados del Espantapájaros quedaron encandilados.

Ante ellos se hallaba un hombrecillo del tamaño de los Duendes que vestía de pies a cabeza con prendas verdes y hasta la piel tenía de un tinte verdoso. A su lado veíase una gran caja de aquel mismo color.

Al ver a Dora y a sus acompañantes, el hombrecillo preguntó:

-¿Qué desean en la Ciudad Esmeralda?

-Hemos venido a ver al Gran Oz -contestó Dora.

Yo soy el guardián de la puerta, y como piden ver al Gran Oz, tendré que llevarlos a su palacio.
-Aquí traigo a unos forasteros que quieren ver al Gran Oz -anunció el guardián de la puerta:
-Pasen -invitó el soldado-. Le llevaré el mensaje.
-Pónganse cómodos mientras voy a la puerta del Salón del Trono y los anuncio a Oz.
Al rato sonó una campanilla y una doncella verde le dijo a Dora:
-Es la señal. Debes entrar al Salón del Trono.
-¿Qué deseas de mí?, le preguntó el Mago de Oz a Dora. 
-Envíame de regreso a mi casa, donde están mi tía Emilia y mi tío Enrique.
-Bien, te daré mi respuesta. No tienes derecho a esperar que te mande de regreso a tu casa si a cambio de ello no haces algo por mí. En este país todos deben pagar por lo que reciben. Si deseas que use mis poderes mágicos para mandarte de regreso a tu casa, primero deberás hacer algo por mí. Ayúdame y yo te ayudaré a ti.
-¿Qué debo hacer? -preguntó la niña.
-Acabar con la Maligna Bruja de Occidente -fue la respuesta.
Pero la malvada bruja era muy astuta, y sabia de ese plan por lo que ideó una trampa.
Y ocurrió que cuando Dora cruzó la cocina, tropezó con una trampa y cayó de bruces.
Al ver Dora, que había perdido uno de sus bonitos zapatos y que la bruja lo habia tomado, le dijo a la Bruja: -¡Devuélveme mi zapato!
-Nada de eso -fue la respuesta-. Ahora es mío y no tuyo.
-¡Eres una malvada! -exclamó Dora-. No tienes derecho a robarme el zapato.
Esto enfadó tanto a Dora que, tomando un cubo lleno de agua que tenía cerca, arrojó su contenido sobre la Bruja, mojándola de pies a cabeza.
Al instante lanzó la mujer un agudo grito de terror, y luego, mientras Dora la miraba asombrada, empezó a encogerse.
-¡Mira lo que has hecho! -Chillaba-. En un momento me derretiré toda.
-Lo lamento de veras -murmuró Dora, muy asustada al ver que la Bruja se estaba derritiendo realmente ante sus ojos.

Vuelve a ver al mago

Al fin oyeron una voz solemne que parecía proceder de un sitio cercano al punto superior de la bóveda.
-Soy Oz el Grande y Terrible. ¿Por qué me buscan?
Pero el Mago de Oz al escuchar de nuevo la voz de Dora, debió confesar su engaño.
-No, todos estaban equivocados -manifestó con humildad el hombrecillo-. Los estuve engañando.
-¿Engañando? -exclamó Dora-. ¿Acaso no eres un Gran Mago?
-Más bajo, querida - le pidió él-. Si hablas tan alto te oirán, y eso me arruinaría. Todos suponen que soy un Gran Mago.
-¿Y no lo eres? -preguntó ella.
-En absoluto, queridita. No soy más que un hombre común. Y como habia sido descubierto Oz les envio a ver a la Bruja Glinda.

La Bruja Buena 

El Espantapájaros, el Leñador y el León agradecieron a la Bruja Buena toda su bondad.
Luego exclamó Dora:
-¡Por cierto eres tan buena como hermosa! Pero todavía no me has dicho cómo puedo regresar a mi casa.
-Tus zapatos de plata te llevarán por sobre el desierto -contestó Glinda-. De haber conocido su poder, podrías haber regresado a la casa de tu tía Emilia el mismo día que llegaste a este país.
Dora tomó en sus brazos a Toto y, habiendo dicho adiós una vez más, golpeo sus talones y pidió su deseo.
-¡Llévenme de regreso a casa de tía Emilia!
Al instante se encontró girando en el aire. Los zapatos de plata dieron tres pasos y se detuvieron y Dora, al fin, se sentó para mirar a su alrededor.
-"¡Dios bendito!" -exclamó. Pues estaba sentada en medio del jardín de su casa. La tía Emilia acababa de salir de la casa para regar las plantas cuando levantó la vista y vio a Dora que corría hacia ella.
-¡Querida mía! -exclamó, tomándola en sus brazos y cubriéndola de besos-. ¿De dónde vienes?
-Del País de Oz- contestó Dora-. Y aquí está Toto también... Y, ¡oh, tía Emilia, ¡cuánto me alegro de estar de nuevo en casa!



Autor
Lyman Frank Baum
Genero
Novela
Sub Genero
Literatura Fantastica
Idioma
ESPAÑOL
Fecha de publicación
1900
Titulo
El Maravilloso mundo de OZ
Adapatación
AG







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